Memoria
El antiguo edificio industrial se parecía a muchos otros almacenes de estructura de hormigón y ventanas de madera de la época. Había sido construido en 1961 y llevaba cerrado 30 años. Estaba pintado de una verde botella intenso (aún quedan manchas de aquel color). Su estructura ofrecía la ventaja de una disposición muy regular de pilares, siguiendo una malla de ochoporcinco. De manera que, una vez eliminados los tabiques y múltiples añadidos, resultaba una estructura hipóstila casi perfecta que se conservó (era por razones de sostenibilidad, una condición de proyecto).
Desmontar, limpiar y eliminar enfoscados viejos (salvo en algunos puntos) condujo al edificio a un nuevo punto cero a partir del cual iniciar el proceso de ocupación; y esto se hizo evitando divisiones, dejando libre la retícula de pilares desnudos; generando por lo tanto un espacio pautado e indeterminado.
Se trataba de conseguir una organización abierta, no oclusiva, simplemente “ocupada” y con cierta provisionalidad. De ese momento son las referencias al inevitable Branzi y el type-art. De ahí el dibujar las plantas con una Olivetti vieja que aun pervivía en el estudio, resolviendo la disposición organizativa mediante una arquitectura más algebraica que geométrica.
En una organización algebraica, los elementos ocupan una matriz neutra. La retícula de pilares, una vez limpia y “perfeccionada” (refuerzos, prolongaciones y eliminaciones), se convierte en una especie de partitura en blanco – un espacio pautado – donde anotar los elementos que organizan el programa, puntuando el espacio como hacen las notas sobre el pentagrama.
Con esa estrategia se situaron los diversos objetos (las cortinas, los boxes, pero también las cajas que recercan las entradas al edificio) en el espacio reticulado o hipóstilo del edificio. Trabajar con los números tiene la ventaja de dificultar cualquier intento erróneo de “componer” a base de geometrías cerradas que pudieran jerarquizar o dividir el continuo espacial.
Esta interpretación algebraica del espacio requiere disponer de la máxima diafanidad y elongación visual. La organización del espacio se limita o señala (no se divide) mediante cortinas de policarbonato ondulado traslucido, que se sujetan sin elementos horizontales para evitar cualquier sombra que les de consistencia. Estas contrastan con la estructura de hormigón existente, aportando el tacto amable y flexible. Se trataba de conseguir la percepción de la totalidad máxima del espacio.
Para conseguir esto era importante la definición de los detalles constructivos para tratar de reducir los elementos a su condición más esencial: los pasamanos como líneas en el aire, las cortinas de policarbonato suspendidas, sin peso, los grandes vidrios de fachada, sin carpintería, colgados de vigas suspendidas, los lucernarios, con la geometría triangular del cuarzo cuelgan de la cubierta, el recercado de las entradas se resuelve como un pliegue – como hecho con cartulina – resuelto con palastro de acero de 20 mms… todos ellos persiguen la economía de medios con poco peso, facilitando la sostenibilidad, a la vez que la coherencia con la estructura global del proyecto.
Entender la retícula como matriz de proyecto condicionó también el modo de resolver sus límites, afectando claramente al enfoque dado a la fachada. Una retícula por principio siempre desea el infinito, y por ello su cerramiento es efímero o invisible. La condición de máxima trasparencia se unía a la eficiencia energética que se perseguía. Los grandes vidrios, de suelo a techo, permiten a la luz alcanzar mayor profundidad (ayudada también por el piso pulido de terrazo sin juntas). Además, aprovechando tres antiguos patios existentes en la estructura original (pensados para el transporte vertical de mercancías) se diseñaron tres grandes lucernarios “diagonalizados”, que conforman prismas triangulares, tratados interiormente con pintura reflectante de carretera.
Un gran vidrio sin carpintería no resuelve, sin embargo, el reto propuesto de obtener una ventilación eficiente (un objetivo fue eliminar el aire acondicionado). Esto llevó a resolver cada hueco mediante dos vidrios enormes separados 40 cms entre sí y suspendidos, como si fuera una gran guillotina. Entre ambos se logra un gran aireador regulable mediante una clapeta pivotante. Esa entrada de aire natural, a dos metros de altura, es absorbida por una potente extracción en el extremo opuesto, barriendo así la parte superior del espacio, que queda libre y continuo gracias a las cortinas de policarbonato.
La continuidad espacial entre las dos plantas era también un objetivo inicial. Al edificio viejo se entraba solo por la planta más baja, a ras de calle. Eso dificultaba la adecuada conexión abierta y fluida entre los dos niveles principales. Para lograrla se proyectó una entrada a media altura, a la que se llega mediante un puente, que aprovecha y se adapta a la pendiente de la calle. El puente es ancho, es una plataforma que sale del interior, a través de una superficie quebrada de acero y hormigón. El interior es un espacio de doble altura, escalonado en grada, que se utiliza como lugar para representaciones y foros. Entre el interior y el exterior la entrada se enmarca mediante un recercado completo construido con platabandas de acero de 2 cms de espesor que construye el umbral profundo del acceso.
Ubicación